Alberto G. es trabajador y generoso
Domingo en la mañana. Voy camino al culto. Estoy llegando un poco tarde. Paro un mototaxi vacío y subo. Faltan las puertas delanteras, las de atrás están abiertas. “¡Por favor, lléveme a la iglesia que está abajo del pueblo!”, le digo y me agarro del metal.
Mi conductor, que por cierto se llama Alberto, dice que sí con su cabeza y arranca a toda velocidad. Cuatro o cinco minutos más tarde para delante de una pequeña iglesia evangélica. “¡No, maneje hasta el final del pueblo!” – “¡Okay, no hay problema!” Alberto arranca nuevamente. Después de un momento llegamos a la siguiente congregación. “¡Ésta tampoco es la iglesia correcta. Me refiero al Centro Bíblico de Curahuasi detrás del colegio!”, le grito de atrás para que me escuche. Alberto me tiene paciencia y acelera nuevamente su mototaxi.
Cuando finalmente llegamos, Alberto estaciona su moto, saca su Biblia de una esquinita escondida, baja y me dice: “¡Yo también vengo a esta iglesia!”
Me quedé totalmente desconcertado. „Momento, le tengo que pagar”, le digo. “¡Ah no, no se preocupe!”, me responde mi tan generoso chofer.
“¡Pero todo el que trabaja se merece su paga!” Y con un movimiento rápido le entrego lo que se paga normalmente por un viaje dentro del pueblo. Dos Soles. “¿Cuánto ha pagado Usted por su mototaxi?“, quiero saber.
„¡7500 Soles!“ ( 2200 USD / 2000 Euros).
La vida en la Sierra es dura. Alberto va a tener que hacer mínimo 3750 viajes para recién sacar el costo del mototaxi. Y si se hizo un crédito del banco, habría que contar también los altos intereses.
El culto empieza y todos cantan con entusiasmo las primeras canciones./KDJ
