Un taxista me lleva del sur al norte de Lima. El trayecto toma 30 minutos como mínimo y puedo ver fácilmente en el asiento del acompañante una Biblia. No hay pase durante 10 segundos y estamos enfrascados en una conversación. Ricardo es de la misma edad que yo, pero su vida en Lima hasta ese mometo había sido muy diferente que la mía en Europa.
«Durante siete años consumí drogas, la marihuana y el crack (cocaína). Un día, la dosis fue demasiado alta, sentí que me estaba muriendo! Me arrastré hasta la casa de mi madre!»
«¿Pudo ayudarlo?»
«No, no pudo. Pero ella llamó a tres mujeres que nos conocían bien, eran misioneras, dos alemanas y una suiza. Cuando las mujeres se dieron cuenta de lo que pasaba conmigo me pusieron delante a una ventana y me dijeron que esperara y mirara al cielo. Luego se fueron a orar por mi a una habitación contigua!»
«¡Cuánto tiempo oraron estas mujeres!»
«En realidad, todo el día!»
«¿Dio resultado?, ¿se sintió mejor entonces?»
«Desde ese día, nunca más he vuelto a consumir drogas. Esa experiencia me cambió totalmente. Ahora soy un cristiano convencido. Para mí, la fe se ha convertido en lo más importante!»
«¿Como es su vida ahora?»
«Desde hace 23 años, estoy libre de drogas. Estoy casado y tengo tres hijos con mi esposa. Me gano la vida como taxista! »
«¿Puedo publicar tu historia? »
«¡Por supuesto!»
Una semana antes otro taxista me había contado una historia muy similar. Dos destinos, dos experiencias con drogas, dos sanidades. Ambos están convencidos de que Jesucristo produjo este cambio.
¿Qué piensa usted?
KDJ