Cruel y brutal

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¡Rápido, necesitamos sangre!

Lunes a las 21 horas. Mi esposa y yo, recién acabábamos de tener una conversación con una colaboradora. Puesto que ella vive en una zona muy solitaria de Curahuasi le llevo a la puerta de su casa. Siendo las 21:10 horas, estoy de vuelta en casa. Mi esposa Tina se encuentra en la puerta, esperando con impaciencia por el auto. “¡Tengo que ir inmediatamente al hospital¡ ¡Un grave accidente ha ocurrido!”. Ella llama al resto del equipo médico y ya está sentada detrás del volante. Murmuro enfadado, “¡Esta noche no tienes guardia!”

¿Qué había ocurrido? Media hora antes Alberto Huamán (nombre cambiado) manejaba su motocicleta a lo largo de la Panamericana. Estacionado a un lado de la carretera, yace un vehículo que, de repente, sin activar su luz intermitente y sin mirar por su espejo retrovisor sale precipitadamente de nuevo a la carretera.

Alberto se estrella con el coche y cae duramente al asfalto. Justo en ese momento, aparece un camión que lejos de frenar, termina arrastrando el cuerpo por al menos 50 metros.

Al llegar los bomberos, encuentran una escena muy fuerte. Tras un rápido examen visual, los bomberos declaran que, la piel de la pierna derecha esta completamente desagarrada. El cuerpo presenta varias fracturas y una extensa hemorragia, incluyendo la parte de la pelvis. A los pocos minutos, Alberto esta ingresando al hospital Diospi Suyana.

A las  22 horas, mi esposa llega a casa y me informa que un equipo dirigido por el Dr. Hassfeld y la anestesióloga Dr. Susan Dressler, están estabilizando al joven para que puedan trasladarlo a Cusco el día siguiente y así un traumatólogo pueda suministrar el hueso roto. Con este dato nos vamos directamente a la cama. A las  3 de la mañana suena mi alarma, pues tengo que viajar a Cusco y tomar el primer vuelo a Lima para completar algunos procedimientos administrativos

Un mensaje de voz recibido a las 22.30 en el celular de Tina indica lo peor  “Vamos de inmediato a la sala de operaciones,” la voz de una enfermera, se escucha en el auricular, “!el paciente está siendo resucitado¡” Mi esposa y yo saltamos de la cama y corremos  hacia el coche.  Conduzco rápidamente al hospital pero la voz alarmada de Tina me indica “Presiona el acelerador, conduce más rápido”.

Al llegar al quirófano éste parece un campo de batalla, la mesa de cirugía y el piso están manchadas de sangre. La Dra. Cale apretaba sus puños rítmicamente en el tórax del paciente. La Dra. Dressler administraba medicamentos por vías. A un lado de la mesa,  se podía ver cómo el enfermero Julio y Dana Hennig levantaban las unidades de transfusión de sangre para que entren al torrente sanguíneo del paciente. El corazón comenzaba a latir de nuevo. La frecuencia del pulso es de 160 latidos por minuto.

“¡Rápido, necesitamos más sangre!”, de lo contrario no podemos salvar al paciente, indica mi esposa y tiene razón. De inmediato, el Dr. Hassfeld me describe en pocas palabras los hallazgos quirúrgicos y los resultados de la tomografía computarizada. La pelvis está rota. La cabeza femoral derecha está violentamente arrancada de su sitio.

La piel se desgarra debajo de la capa muscular. “He lavado las superficies de la herida y he virado la pierna a su sitio de nuevo” – “Lo hiciste bien” le indico dándole ánimo.

En la UCI., la anestesista Susan es dura con el equipo. Es mucho estrés para manejar. Será una larga noche para ellos, eso es seguro. La enfermera de cuidados intensivos, Sara Glöckler,  gira alrededor de la cama y conecta al paciente. Una lámpara de calor está destinada a contrarrestar un posible enfriamiento. Miro detenidamente el esfuerzo de cada uno de ellos y me doy cuenta que cada uno de estos hombres y mujeres, no recibirán ni un centavo por esta labor. Su esfuerzo esta determinado en la creencia de lo que una vez un predicador ambulante dijo: “¡En cuanto hagas algo a uno de los más pequeños de éstos mis hermanos, lo estarás haciendo por mí!”

Escucho a mi esposa en el laboratorio junto con Jens Hassfeld. “¡Me pregunto quién más podría donar sangre!” Él murmura para sí mismo. Sin percatarme, estoy de nuevo en la Panamericana. A la luz de nuestro faro, veo una figura solitaria corriendo por la ladera. Es el especialista en informática Dominik Hüttner. Él va camino al hospital para donar sangre para el paciente, él no sabe si su labor, finalmente tendrá éxito.

Las estrellas brillan en el cielo. Me siento en la delantera de la cabina y dormito un poco. Durante mi viaje a Cusco, lucho contra el sueño, aún así soy conciente que otra pelea se lleva a cabo en la UCI, no contra el sueño sino contra la muerte. El resultado es totalmente incierto, pero tenemos que seguir luchando.

A la mañana siguiente el paciente sigue con vida, pero su hemoglobina es difícilmente medible en una prueba de laboratorio. Se necesita más sangre. 11 conservas y 12 bolsas de plasma de sangre pueden administrarse durante todo el día. Nuestros médicos realizan interminables conversaciones telefónicas con hospitales en Cusco. Nadie está dispuesto a aceptar al paciente. Y, por desgracia, los colegas en Cusco no muestran interés alguno en el caso. La primera pregunta siempre es la misma: “¿Quién paga la cuenta?”

El martes por la noche siendo las 20 horas, recibo la llamada de mi esposa, mientras trabajo en Lima en mi habitación de hotel. “El paciente ha muerto”

Casi 24 horas había durado nuestra batalla entre la esperanza y la desesperación. Ahora la lucha ha terminado y las lágrimas pueden fluir. – Cuando una estrella de la televisión consiguen un Óscar o un Vettel gana un Grand Prix de la Formula Uno, los medios de comunicación corren hacen correr la noticia por todo lugar. Al ser héroes, las cifras de sus cuentas bancarias se extenderán por más y más ceros. Pero mis héroes son diferentes. Ningún periódico escribe sobre aquellos que han trabajado como hormigas en la penúltima noche. Pero es, exactamente, de esta gente de la cual yo me siento infinitamente orgulloso. / KDJ

Dra. Susan Dressler, Dana Henning, el Dr. Jens Hassfeld, Dra. Ari Cale, Sara Glöckler, Dra. Martina John, MRTA Juvenal, enfermera quirúrgica Donna, Laboratorista Julisa, su esposo Edgar, Dominik Hüttner, enfermera de cuidados intensivos Sara Nafziger. Enfermeras Maribel y Alida, Andre Bacher y Micaias en cuando a las donaciones de sangre, estudiante Matías Kaestner, especialista en ecografía Dan de Inglaterra, enfermero quirúrgico Julio y tantos otros…

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El pulso es de más de 150 por minuto. El paciente se encuentra en estado de shock.
Blutspenden slider
Las donaciones de sangre en contra del reloj en la mañana.
Susan und Schwestern am Bett UCI
En la UCI, anestesióloga Susan Dressler de rodillas sobre la cama.
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