Al Campsen

Al Campsen

Un encuentro en Kayenta

En agosto de 2012 llevamos a nuestro hijo a una escuela secundaria en los Estados Unidos. Nos tomó a mi esposa y a mí viajar durante seis días a través del suroeste del país. El domingo por la mañana vimos una pequeña iglesia al lado derecho de la carretera. Tres minutos más tarde, nos sentamos en cómodas sillas y nos concentramos en el sermón.

El servicio terminó y en la salida nos encontramos con el predicador, por cierto, su nombre es Al Campsen. Al nos contó cómo llegó a la fe en Dios hace muchos años .

“Trabajaba como chofer para una compañía de camiones que cruzan los Estados Unidos. En realidad, se me permitía estar hasta por 10 horas al volante. Pero me engañó el cuaderno de bitácora. Para mantenerme despierto tomaba estimulantes. Como chofer de camión que llevaba una vida desordenada, ya había pasado dos divorcios. En casa, mi armario estaba lleno de bebidas alcohólicas.

Un día me dieron un nuevo camión. Por la noche me metí en la cabina para dormir y de pronto encontré bajo la almohada tres libros. Uno era acerca de Jesús, lo tiré por el rincón, el segundo no me interesaba, el tercero tenía un título extraño y lo abrí en el medio. Mis ojos se fijaron en la frase: “Cada persona deberá enfrentar  un día el juicio de Dios!”

De repente esto empezó a impactarme. ¿Alguna vez deberé responder por mis acciones ante Dios? Estaba mal del estómago. Si Dios realmente examinara mi vida, no tendría nada de qué agradarse. Yo estaba completamente desesperado, me arrodillé en la cama y balbuceé: ” Dios, líbrame!” Una paz indescriptible se apoderó de mí, apenas podía creer lo que me estaba pasando.

Cuando llegué a casa, no podía llenar el simple cuaderno de bitácora. Algo había cambiado en mí. Abrí el armario y tiré todas las botellas de cerveza y licor a la basura. Mi esposa me miró con los ojos muy abiertos. “Me he convertido en un cristiano”, le dije: ¿Me puedes perdonar por todo lo que te he hecho?”

“No” dijo mi esposa, que tantas veces me hayas humillado, no te lo puedo perdonar!”

Al Campsen continuó mientras sus ojos brillaban: “Cinco días más tarde, mi esposa también  decidió poner su vida en las manos de Dios!”

Eso fue hace 30 años. Hubo un cambio dramático en su vida y Al y su esposa empezaron a trabajar como misioneros entre cuatro tribus indígenas de Arizona. Él ahora tiene 70 años, pero su predicación transmite el entusiasmo de un cristiano convencido .

Cuando Tina y yo caminamos hacia el coche de alquiler, nos despedimos: “En el cielo nos contará  más sobre usted!” Al asiente: “sí que lo haré con mucho gusto!”

Nota: 330,000 indios navajos viven en una reserva del tamaño de Virginia Occidental en Arizona. El desempleo es alto. Muchos nativos americanos son alcohólicos.

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