Una visita no programada por la mañana

Tanja J. Guzmann busca la experiencia personal

A eso de las ocho y media de la mañana, un empleado llama a mi puerta: “Dr. John, una señorita de Lima está de pie en la entrada. Dice que también le gustaría fundar un hospital algún día. ¿Puede subir un momento?” Dudo y finalmente asiento con la cabeza. “¡Pero sólo por diez minutos!”

Unos instantes después, se sienta frente a mí. La estudiante de medicina peruana Tanja Guzmann, que ha pasado 18 años de su vida en Japón, lleva la curiosidad escrita en la cara. “Ya he visto algunos reportajes de televisión sobre Diospi Suyana”, explica alegremente, “¡pero he venido desde Lima para comprobarlo por mí misma!”.

“¿Cómo crees que surgió Diospi Suyana?” Mi pregunta va directamente al corazón de la cuestión. La miro expectante. “Bueno, supongo que el gobierno alemán ayudó a construirlo”, responde mi visita de sorpresa, “¿o algo no?”. – Hm, en realidad ahora debería contarle toda la historia, durante una hora entera. “Si esperan hasta las 3 de la tarde y estiran las piernas al aire libre o hacen algo de lectura, se enterarán de todos los secretos”.

A las 3 de la tarde, un buen grupo está sentado en mi despacho. Tanja de Lima (a la izquierda, de azul) y 13 nuevos miembros del personal del hospital que aún no conocen el trasfondo de nuestra misión. La charla en español, algunas fotos y todos se van.

¿Todos ellos? No, Tanja se queda y reflexiona sobre la presentación. Entonces empieza a hablar. “Un hospital que quiere ayudar a los pobres sin ánimo de lucro. Suena tan increíble”. Puedo ver en sus ojos que está trabajando duro dentro de ella. – “Tienes razón”, comento en voz baja, “sin Dios, la historia de Diospi Suyana sería incluso completamente inexplicable”. (Imagen superior: tres fotos superpuestas)

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