Lyndal Maxwell – una de las grandes – visita el Johns
Pocas personas pueden recordar una vida tan plena como la de la australiana Lyndal Maxwell. Ha estado al lado de cientos de niños y adultos en momentos difíciles. Junto con la Dra. Martina John, fundó el primer club infantil Diospi Suyana en noviembre de 2005. Trabajó en el departamento de rayos X del hospital misionero durante más de diez años. Tras la muerte de una mujer quechua, cuidó de sus siete hijos como si fueran suyos. Ayuda con los deberes a gran escala, un programa de alimentación para los pobres… la lista de sus programas de ayuda era larga. Durante su estancia en Curahuasi, construyó varias casas y atendió de forma ejemplar a niños de familias desestructuradas. En el verano de 2019 se produjo un cambio. Tuvo que regresar a Australia debido a un grave ataque de cáncer, pero siguió siendo amiga de innumerables peruanos.
Sus comienzos en la vida no fueron nada fáciles. De niña, su madre china la dio en adopción. Sus padres australianos eran cristianos comprometidos y le dieron amor y seguridad. Por eso no fue casualidad que Lyndal dedicara su propia energía -y su propio dinero- al beneficio de los demás.
Conoció a los Johns hace casi 25 años en un hospital misionero de Ecuador. Los tres trabajaron allí durante cinco años como misioneros médicos al borde de la selva tropical. Cuando los John se trasladaron a Perú en 2003 para crear un hospital para los descendientes de los incas, Lyndal no tardó en hacer también las maletas.
Lyndal está pasando unas semanas en Curahuasi. Ayer por la tarde hablamos del pasado. «Estoy totalmente agradecido a Dios», afirma el australiano. «¡Dios ha enriquecido mi vida con tantas experiencias hermosas!». No discute con Dios, a pesar de que hace 5 años, a la edad de 48, se enfrentó repentinamente a un cáncer metastásico.
Cuando ofrecemos nuestra vida a Dios, acabamos con un sentimiento intenso: la gratitud. /KDJ

Maravilloso