Un hecho extremadamente raro: un joven dice: “¡Gracias!”.

¿Pero para qué?

La generosa donación del alumno de sexto curso fue inesperada. Y el texto que acompañaba a la transferencia era bastante inusual.

“Pasé dos años con vosotros en la misión de Perú y me gustaría agradeceros de nuevo este tiempo con un donativo. Seguid así”.

En el segundo intento tengo a Danilo al teléfono.

DS: “Danilo, muchas gracias, pero ¿qué te ha impulsado a hacer esta generosa donación?”.

Danilo: “Los meses en Curahuasi fueron una época genial para mí”, responde el joven de 16 años, “pude conocer toda una nueva cultura y aprender español muy bien. Por supuesto, lo más importante para mí son los muchos amigos”.

DS: “¿Han durado estos contactos amistosos?”

Danilo: “Estoy en contacto con todos por WhatsApp. Y a veces incluso tenemos reuniones cara a cara aquí en Alemania. Así que estoy totalmente agradecido”.

DS: “Me gusta oírlo. ¿Sabes ya qué carrera te gustaría seguir después del bachillerato?”.

Danilo: “Estoy pensando en una tarea social. En cualquier caso, quiero ayudar a los demás”.

DS: “Bueno, le deseo lo mejor. Y mis mejores deseos para tus padres”.

No es raro que se critique a las personas que deciden trabajar para Diospi Suyana en Perú. Con el dedo índice levantado y el ceño fruncido, se alzan voces críticas: “¡Estás viviendo tu sueño, pero tus hijos tendrán que pagarlo después!”.

Danilo es un ejemplo de los muchos que quitan hierro a tales declaraciones. Una experiencia transcultural no puede compensarse con dinero. Los jóvenes también ven que sus padres no se limitan a hablar piadosamente, sino que viven activamente su fe en Dios y su devoción al prójimo. Al final, lo que cuenta son los hechos y no las palabras. El ejemplo que dan los padres es un capital inicial muy valioso para una vida con sentido.

Danilo mira hacia atrás con gratitud e hizo una donación. Y menuda. /KDJ