El material para las pesadillas
Unos días antes, el Instituto de Cultura de Apurímac había impuesto oficialmente la congelación inmediata de la construcción del hospital de la misión. Sin esta licencia, la autoridad de todas nuestras actividades era ilegal. Hicimos caso omiso de la letra y continuamos construyendo. Fuimos amenazados con una multa de $ 700.000.No podríamos ser disuadidos y se aceleró el ritmo de construcción. Cada mes teníamos que pagar a la empresa de construcción Constructec $ 100.000. ¿Cómo se deberían mantener las finanzas? En mis conferencias no pedía por donaciones. A menudo el dinero que faltaba, llegaba un par de días antes de la fecha de la transferencia. Más de una vez estábamos, el presidente Olaf Böttger y yo, completamente desconcertados. Pero nunca llegamos a detener la construcción del edificio; a menudo siempre llegábamos hasta finales del mes con las cantidades correspondientes que necesitábamos. Un hecho que sin duda era algo completamente inesperado.
Nuestros hijos eran los únicos niños blancos en Curahuasi. Natalie con 11 años, Dominik con 9 años, y Florian de 6 años. A ella le encantaba visitar a Udo Klemenz en el sitio. A pesar de que sea dieran cuenta del inmenso poder de sus padres. No había ninguna garantía de éxito. Sin fama internacional.
¿De dónde podríamos conseguir los millones que necesitaríamos? Hemos luchado contra todas las adversidades que se nos presentaban, cada semana y sabíamos que cualquier día podría ser la última del sueño de Diospi Suyana.
Un pequeño equipo. Barbara Klemenz y mi esposa Martina, se reunían regularmente para orar. La australiana Lyndal Maxwell por su parte había llegado recién a Curahuasi. Cinco adultos y tres niños formaron la compañía del atrevido proyecto que representaba Diospi Suyana. Cuando pienso en ese momento, sudo frio y tiemblo. Pero ¿Por qué teníamos que correr el riesgo, entonces? – Tuvimos la certeza interior de que el hospital se crearía con la ayuda de Dios y bajo su guía. El cómo y cuándo no estaban claros, pero nos aferráramos a la Biblia y buscamos refugio en la oración. / KDJ
