Desde Lockerbie a los Alpes-de-Haute-Provence
A las 11:00 de la mañana estoy pasando por la autopista la localidad escocesa de Lockerbie. En el camino, viejos recuerdos cruzan mi mente mientras hago una foto del cielo. El 21 de diciembre de 1988, se produjo el atentado de Lockerbie, un explosivo fue colocado en la carga del avión americano PanAm lo que ocasionó un gran accidente.
La explosión ocurrió a las 19:02 horas a una altura de 9.400 metros sobre el nivel del mar. 259 pasajeros y tripulantes murieron. Los restos cayeron en la pequeña localidad de Lockerbie, matando a 11 personas más en el suelo. Las investigaciones mostraron que la mayoría de los pasajeros estaban conscientes cuando golpearon la tierra.
Por la noche en un hotel en las afueras de Londres, leí la triste noticia del desastre del vuelo 4U-9525 con 150 muertos.
Cada día mueren innumerables personas en accidentes automovilísticos, en guerras o en hospitales. Cuando oímos hablar de esto, un leve escalofrío recorre nuestro cuerpo. Pero, ¿por qué es diferente si se trata de un accidente aéreo?
En el mundo occidental, muchos ciudadanos vuelan continuamente por razones profesionales o personales. Son muy pocas las excepciones en que no hemos llevado al aeropuerto a amigos y familiares. La recomendación es siempre la misma “¡Por favor envía un correo electrónico, tan pronto llegues a tu destino!”, obviamente, para saber que no hubo problemas en el viaje.
Transcurridos los minutos antes del impacto, no puedo imaginar ¿Cómo se habrán sentido los ocupantes del Airbus, cuando se avión perdía rápidamente altura y finalmente se estrellaba contra la pared de montaña?
Esperamos que en los últimos momentos, tal cual pasa en muchas películas que observamos, los tripulantes se hayan aferrado a su crucifijo antes de morir.
¿Por qué Dios permite este tipo de tragedias? Esta pregunta nos pasea por la cabeza cuando ocurren desastres como estos. Pero el verdadero problema no es la temprana muerte de víctimas inocentes, sino la muerte misma. ¿Por qué nuestra vida es tan limitada? Y ¿por qué a todos no deja pasar el sufrimiento?
Si reducimos la fe cristiana en un pensamiento humanista, no vamos a obtener ninguna respuesta. Podemos encontrar consuelo solamente en la promesa de nuestro Señor Jesucristo, Dios en el cielo va a secar nuestras lágrimas. / KDJ