Esta es su historia
¿Quién habría pensado que una chica de Lüneburg Heath llegaría tan lejos?
Su madre Dietlind siempre quiso casarse con un misionero, pero se enamoró de un físico con vocación por la docencia. Es por eso que se quedaron en Alemania por aquellos años. Pocos años después, su padre Konrad se dirigiría a una escuela alemana en el extranjero en Johannesburgo. Por lo que la familia Kemmler se trasladó hacia su primera aventura en Sudáfrica. Dorothea, la mayor de cinco hijos, tenía 11 años de edad.
Los Kemmlers realizaron una campaña a favor del diálogo intercultural. Así que organizaron las denominadas tardes “Cebra” donde los participantes blancos y negros podían hablar libremente. Durante la temporada de vacaciones, toda la familia viajaba en un autobús viejo VW a través del país. Les gustaba visitar hospitales de misiones y conocieron a muchos misioneros. Dorothea estaba encantada. Pronto, la joven tomó una decisión que llevaría a sus padres a derramar muchas gotas de sudor en su frente: “Quiero trabajar como médico en un país del Tercer Mundo” Un noble objetivo que marcaría su vida por completo, es así que en 1989 continuó su educación en un instituto alemán.
Siguió sus estudios secundarios y pronto se matriculó como estudiante de medicina. Su apariencia convincente marcó un punto decisivo en su entrevista, Doro lo había logrado con la intervención de Dios. Ahora uno puede entender, porque ella estaba allí. Exámenes, certificados y Física. Doro espera un futuro que desconoce, pero que Dios tiene en sus manos.
Cambiamos la escena y nos dirigimos a Viena. En la ciudad de las muchas cafeterías se encontraría con el amor de su vida. David Brady. El austriaco de origen Checa también es médico y comparte su deseo de en un futuro, trabajar como médico misionero en el extranjero. Es una locura, el hecho de que ambos se hubiesen encontrado. Así que poco después se enamoraron y se casaron.
Así empezaron su gran búsqueda, los dos comenzaron a buscar un sitio adecuado en un hospital misionero. Los contactos no faltaron y asistieron a muchas conferencias. Pero de alguna manera las puertas permanecieron cerradas. “Nos mantendremos con los ojos y los oídos abiertos”, dijo la joven pareja, “! Tal vez deberíamos, en cualquier caso, realizar en primer lugar nuestra especialidad!” Doro tenía un gran corazón para los niños y optó por la pediatría. Su marido fue entrenado como urólogo.
De cierto modo, el año 2003 marcó su destino. Se unieron a otra misión en Ecuador, tan pronto como terminaron sus estudios. Cuando visitaron el hospital Vozandes del Oriente en el borde de la selva tropical, se encontraron con Klaus y Tina John. Los dos alemanes estaban trabajando en ese momento cinco años en esta clínica de la selva. Ahora estaban a punto de saltar a Perú. Por la noche, el cirujano misionero celebró su primera conferencia sobre un proyecto que llevaba el extraño nombre de “Diospi Suyana”. Con la ayuda de Dios, se podrá construir un hospital moderno para los descendientes de los incas, dijo Klaus. Pero de aquella obra, aún no había rastro. Solo un posible terreno en un sembrío de anís en el sur del Perú.
La visión sonaba emocionante. Pero, ¿era un proyecto realmente viable? O los Johns solo estaban construyendo un sueño sobre un castillo en el aire.
La pareja de médicos Brady observó el desarrollo del proyecto en el Perú con mayor atención. Imagínese, tal vez era una vez más solo cuestión de tiempo para que completen su entrenamiento y así poder estar precisamente preparados para este “hospital de la fe”. Para la inauguración de Diospi Suyana, el 31 de agosto del 2007, ellos viajaron a Perú con dos hijos. En el equipaje de mano, llevaban una convicción profunda, “Dios ha planeado esto para nosotros.”
Diez años han pasado desde entonces. Afortunadamente, los Brady pueden mirar hacia atrás en el tiempo en Curahuasi y estar satisfechos. Ellos planean vivir y trabajar, siempre y cuando Dios así lo quiera. Dorothea Brady, su esposo David y sus hijos: Ana, Constantine y Salome.
