Tras las huellas de los antiguos incas

La aventura comenzó el domingo en la mañana. Barbara y Udo Klemenz, así como la familia John se sumergerieron en el mundo de los indígenas del altiplano. La meta del viaje era un puente colgante sobre el río Apurímac. Hace 500 años los incas habían construído en el mismo lugar un puente con cuerdas.

Como en siglos pasados, continúan cruzando hoy largas caravanas de mulos por las tablas frágiles sobre la fuerte corriente al fondo. En este fin de semana se extraviaron también 7 personajes alemanes en este distante sitio de los Andes.

Superaron alrededor de 100 metros de altura. El camino empinado los llevó de arriba a abajo. Casi siempre el abismo aguardaba en algún lado del camino. Después de 5 horas los aventureros llegaron al destino y armaron tres carpas.

Una sopa para reponer fuerzas, una fogata y una canción para el corazón.

Cuando la luna se reflejaba fantasmalmente en el costado de las montañas ya todos yacían extenuados sobre o dentro o dentro de sus sacos de dormir.

A las 3 y 40 de la noche pasaron unos campesinos con sus mulos. En la mañana manchas rojas en la piel revelaban donde habían picado los insectos. Natalie John quebró el record con 43 picaduras.

La caminata de regreso el lunes (día de fiesta en el Perú) significó el cansancio total para los participantes de la expedición. Lograron un interminable acenso bajo el ardiente sol. Después de cinco horas divisaron las primeras luces de esperanza en el horizante al descubrir a lo lejos el perfil de Diospi Suyana.

Resumen: La vida de los labradores en la sierra es trabajosa.

El que no se adapta fácilmente a la montaña no debe intentar hacer esta caminata de 12 horas.

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