“¡Ustedes no vinieron por azar a nosotros!”
El taxista Julio siempre está a tiempo a las 3:15 am de la madrugada ante la puerta de mi casa. Espero que en mi camino no encuentre vehículos que vayan demasiado rápido, debido al riesgo de accidentes, pero espero ir lo suficientemente rápido para así no perder mi vuelo en Cusco. Cuatro horas más tarde, la voz del piloto dice: “¡El espacio aéreo en Lima está lleno, tenemos que esperar en Cusco 40 minutos en la pista!” No importa. Dormir en el avión o en el taxi no tiene importancia para mí.
En Lima, Chris Welch ya está a la salida del aeropuerto. El técnico ha volado desde Arequipa, porque es necesaria su experiencia. Queremos visitar varias empresas y hablar de torres de antenas y estaciones de enlace ascendente para una conexión por satélite. En la casa de huéspedes de Diospi Suyana, Doris Manco espera junto a dos representantes de una empresa. Unos minutos más tarde todos estamos en el camino para visitar una fábrica al sur de la capital. En la lista están dos torres que deben medir unos 36 m y 30 m de altura.
“Te invito esta noche a nuestra casa de huéspedes,” le digo con voz firme a uno de los representantes, “¡Usted debe saber la historia de Diospi Suyana!”. El Ingeniero Carlos López y su socio Félix Guiño Magallanes, responde “A las 22 horas tendremos tiempo”, “¡Definitivamente iremos!”
A medida que el largo día llega a su fin, los dos aparecen a tiempo delante de la puerta. José Rojas y su esposa, encargados de nuestra casa de huéspedes, se las arregla para prepararnos un café fuerte. No quiero que los empresarios se duerman durante la presentación.
La última imagen revolotea a través de la pantalla y prosigo a decir mi última frase. Esperanzado miro a los huéspedes a los ojos. “No creo que ustedes hayan venido al azar, esta mañana, a nuestra fábrica”, dice el director Félix Magallanes. “Tuvimos un año difícil. No era tan fácil pagar a nuestro personal. Tengo un montón de que orar. ¡Dios así lo ha determinado, por lo tanto, los dirigió a nosotros!”
Asombrado miro la cara de los peruanos. Esta respuesta, aunque no esperada, es completamente cierta. Dios en verdad no sólo se preocupa por Diospi Suyana, sino también por los propietarios de la empresa peruana que confían en él. / KDJ