“¡Señorita Zimmermann, puede que usted sólo viva un año más!”

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Tres graves noticias para una mujer joven

Por cinco semanas, Ruth Zimmermann ha visitado a su amiga Débora Cetner. “Mañana me voy de regreso a Alemania”, me dice Ruth en el servicio de la mañana. Lo que comienzó con una charla agradable, pasó a ser rápidamente una conversación seria y terminó en una entrevista en el jardín.

Ruth pasó su infancia en Freital, cerca de Dresde. Un lugar donde habita gente común. Sus padres siempre permanecieron en el hogar, junto a sus dos hermanas en una pequeña cabaña. Ruth creció en un ambiente cristiano y con sólo14 años tomó una decisión consciente: ¡Voy a confiar mi vida totalmente a Dios! Después de su educación secundaria asistió a la Escuela Técnica durante varios años. Por último, hizo sus estudios como técnico dental.

A los 18 años, su salud experimentó un primer quiebre. Su médico de cabecera le informa que tiene un soplo cardíaco. Después de muchos análisis, el resultado es el siguiente: la válvula de su aorta tiene una fuga. Algún día, Ruth tendrá que someterse a una cirugía del corazón.

En el año 2009 otro declive físico se anuncia. Ruth a menudo tiene mucho frío y otras enfermedades permanentes aparecen de manera regular. Ella se quiebra. Luego hace un segundo intento para seguir luchando, pero de nuevo termina en un callejón sin salida.

2012: Ruth se da cuenta de que algo anda mal. Ella está sangrando por la nariz y al toser ve sangrado. En el hospital, tras varios análisis, encuentran un diagnóstico rápido. Leucemia linfocítica crónica. Esta enfermedad es más probable en personas mayores, pero no para una joven de 27 años. Los médicos no le dan ninguna ilusión. “¡Señorita Zimmermann, puede que usted solo viva un año más!”

En esta difícil etapa de su vida, sus padres deciden divorciarse. Sin poder ser un verdadero apoyo para su hija ahora, ellos deciden resolver problemas propios. Su situación actual se resume en una enfermedad en tratamiento, el divorcio de los padres y por último un diagnóstico fatal.

Le pregunto, “Ruth, has vivido dos años más del diagnóstico que tus doctores habían dado a tu caso, ¿Qué te da valor?”
-“Es la fe. Siempre me refugio en la Biblia y la oración. Y siento muy profundamente que Dios está conmigo. ¡Es por eso que no me siento desesperada! ”

-“¿Ha experimentado alguna vez en su vida un milagro?” Le pregunto a la joven.
Su respuesta me deja pensativo. “Hace muchos años he orado fervientemente a Dios para que me mostrara cuán profundamente es mi fe, si esta era real, me dice lentamente,” Ahora lo sé. ¡Mi fe me ayuda a mantenerme con vida! ”

Nos despedimos en la puerta principal. Debora ya la está esperando en la carretera y la recoge. “Ruth, sinceramente le deseo una larga vida!”, le digo y me despido de ella.
Ahora estoy de vuelta en mi oficina y me pregunto la misma pregunta. “¿Qué tan profunda es mi fe, como la podré usar en tiempos de crisis?”

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Con Ruth en nuestro jardín
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