Entre Latinoamericanos en Sydney

Corazones más anchos que la Pampa Argentina

Nuevamente todo a última hora. Después de una conferencia a 150 km al sur de Sydney manejo por carreteras llenas regresando a la metrópolis de 5 millones de habitantes y estoy contra el tiempo. El peruano Ronny Marin tiene planificado recogerme a las 5.30 pm donde la familia Welch. Cuando finalmente logramos salir, eran ya un poco más de las 6 pm y el navegador mostraba que faltaban 40 km hasta el destino deseado. Tuvimos que pasar como 70 minutos por un tráfico horrible para poder llegar a las afueras de Parramatta. Las probabilidades de llegar puntual a la Iglesia „South American Church” eran casi igual a “0”. “¡No se preocupe, Dr. John.“, trataba de calmarme Ronny, „ya le mandé un mensaje por Whatsapp al pastor Bruno Meister . ¡Ya sabe que llegamos tarde! ¡Qué alivio!“

Casi 60 latinos de Perú, Argentina, Colombia, Uruguay, Nicaragua y Brasil estaban congregados. Había mucho ruido. Todos se alegraron de que llegamos. Podemos empezar.

Por una hora y media les cuento a mis oyentes, que definitivamente no pertenecían a la capa alta de Sydney, sobre lo que surgió en Perú por poner la confianza en Dios. Todos escuchan atentamente y se alegran cuando levanto mi mano mostrando mi pasaporte peruano. Soy uno de ellos.

Yo le aseguré al pastor Bruno Meister que no estoy en plan de recaudar donaciones sino como mensajero de la fe. “Dios se ocupa de las finanzas”, le expliqué. “Muy bien, Dr. John,” responde el argentino, “pero nosotros también tenemos la necesidad de ayudar. ¡Levantaremos de todas maneras una ofrenda!“ La conferencia terminó, ningún ojo quedó seco. El pastor Meister estaba igual de impresionado que todos los demás en ese lugar. “Quien desee, puede donar algo. ¡Todo es voluntario!”, menciona breve y objetivamente. Estoy contento. No se trató de llegar a las emociones, no fue un llamado para donar lleno de fuego. Además, los latinos que estaban ahí igual tienen que ver como hacer con su economía para que alcance.

El último amén ya está dicho, le doy la mano a mucha gente y me dejo hacer todos los selfies habidos y por haber. Se vendió 30 libros a mis oyentes. Mucha gente de distintos países me abraza y me desea mucha bendición de Dios para el futuro.

“1360,60 dólares australianos”, grita álguien al micro. Estoy desconcertado. Con casi un poco más de 300 soles que están en la canastita de los libros, contribuyó cada uno de los 60 visitantes en promedio con 28 dólares de su monedero. El presupuesto de los latinos no es grande, pero hoy sus corazones fueron muy grandes. Ellos vieron hoy en la presentación a Dios en acción y ninguno de ellos quiere ser mezquino.

“¿Por qué es Usted cristiano?”, le pregunto a un hombre de apróx. 60 años que estaba parado a mi costado. El latinoamericano sonríe. “¿De veras quiere escuchar mi historia?“ Y empieza a contar de su carrera como adicto a la heroína y comerciante de drogas. Me contaba sobre sus estaciones camino a la perdición. Me cuenta del espiral hacia abajo que miles tienen que vivir en los Slums de las ciudades grandes de Sudamérica. “¡Hasta que de pronto conocí a cristianos y Dios me sanó. Eso fue hace 20 años!” Como me hubiera gustado tener más tiempo para poder escribir sobre su historia en nuestra página web.

Cada persona en la sala de la iglesia me hubiera podido contar sobre su historia. Una historia más emocionante que la otra. Pero tengo que irme. Enciendo el auto. El reflejo de una Iglesia de Latinos donde Dios está obrando tan igual como en Perú o en Alemania o mejor dicho – por todo el mundo. /KDJ

Foto: Pastor Bruno Meister: „Increíble, ¿qué más se puede decir?“
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