Y quizás lo más importante
Mi taxista toca el claxon como un loco y pisa el freno al mismo tiempo. De repente y sin previo aviso, un autobús se ha metido en su carril por la derecha. En las calles de Lima, aprendes en 10 minutos que en la vida, la fuerza es la razón. Uno tiene el vehículo más grande y el otro tiene tropas superiores. Las normas, las leyes y los acuerdos pierden su significado en la feroz batalla por cada metro de terreno. Pero no encontramos la paz, la alegría y la plenitud con estos duros codazos.
El presentador de televisión más conocido de Perú, Nicolás Lúcar, dijo en septiembre de 2022 en uno de sus programas de televisión: «Ayer estuve en Diospi Suyana, ¡el personal de la misión tiene un poder que ha superado el egoísmo del hombre!». Una declaración interesante en boca de un ateo.
Un coche se detiene en nuestro campo de visión delante de nuestro coche. La frase de su luneta trasera me hace reflexionar: «¡Sólo Dios conoce mi destino, mi meta!». Inmediatamente hago una foto de esta declaración teológica. Puedo luchar hasta agotar mis últimas reservas de fuerza y jugar mis cartas hasta el amargo final, pero al final es el Todopoderoso quien dice la última palabra sobre mi viaje. Mi felicidad en la vida no depende del número de caballos de potencia de mi coche, ni del tamaño de mi cuenta bancaria, ni mucho menos de mi masa muscular en el gimnasio. Cuando confiamos en Dios, Él es nuestro objetivo y somos responsables ante Él. Es un poder muy por encima de nosotros el que da sentido y plenitud a nuestra existencia. /KDJ
